¿No será…?

En ocasiones la realidad se vuelve incuestionable, irrebatible, irrefutable. Vamos, que conviene prestarle un poco de atención. Resulta que andaba yo con varios temas en la cabeza de cara a mi estreno en este rincón del cibermundo de internet, tratando de decidir cuál podría resultar de más interés para mi debut… Pues bien, he de confesaros que finalmente no va a ser ninguno de esos temas previstos. Tranquilidad, muy probablablemente terminarán viendo la luz en otro momento. Y no es ninguno de ellos porque recientemente he vivido una experiencia que me llevó a la reflexión que quiero compartir.

Por situaros mínimamente, ando estos días poniendo mis manos en la tarea de llevar adelante un Programa de Intermediación para la Vivienda, desde el cual queremos ofrecer una posibilidad de alojamiento a personas que cuentan con dificultades en el acceso y el mantenimiento de un elemento tan básico como es ese, la vivienda. La cosa es que a cuenta de este trabajo, hace dos días anduve junto a un par de compañeros por una parte de la ciudad, una parte o zona como las que hay en tantas y tantas ciudades de España, así que tampoco daré nombres. Esa zona se encuentra llena de viviendas de protección oficial, creadas con el fin de atender necesidades de realojo, para familias sin recursos, y que fueron, son y probablemente serán focos de marginalidad, pobreza y exclusión. Es precisamente a este punto al que quería llegar…

Realmente me impresionó caminar por esta parte de la ciudad, porque eso también es ciudad, aunque no lo parezca, no es un mundo aparte, a pesar de que sientes que las reglas del juego son diferentes, donde las normas y los códigos no parecen los habituales, donde te llegas a preguntar ante la mirada de quienes ocupan la calle: “¿qué estaré haciendo aquí en estos momentos?”, y realmente así era, no es un lugar al que llegas por descuido…

Y mientras caminaba me asaltaba de nuevo una duda que es la siguiente: “a pesar de todo el dinero invertido, de todo el trabajo realizado, de todas las energías empleadas durante tantos y tantos años, ¿no será que es que hay personas que no tienen el menor interés en que las circunstancias que les rodean cambien, en que sus vidas cambien, supuestamente a mejor?”

Me explico. Con esto no animo a tirar la toalla, abandonar recursos, trabajos y energías, pues ciertamente hay personas que sí los necesitan para poder salir de esa marginación, pobreza y exclusión. Pero desde luego el paseo del otro día me hizo asumir que hay batallas que jamás se van a ganar. Me cuesta creer que lugares como los que recorrí lleguen a dejar de existir algún día, lleguen a desaparecer de las ciudades. Porque en el fondo, y no es fácil admitirlo, son lugares que es necesario que existan, efectivamente, es duro, pero cumplen una función social. Por ejemplo, son lugares de tráfico de drogas, y una de dos, o hacemos que nadie consuma ciertas sustancias (a ver cómo se hace eso), o si no, podemos intervenir como queramos en un barrio o en una zona, pero la droga en lugar de ahí, se seguirá vendiendo en otra parte.

Ya que hablo de drogas, por hacer un simil, en lo referente a la atención de las personas con problemas de drogadicción hace ya un tiempo que en varias comunidades autónomas no se intenta que determinada población abandone el consumo a toda costa. ¿Significa esto que hay que suministrar droga a todo el que la pida? Pienso que no, para nada, pero hay casos en los que en primer lugar se admite que la persona va a seguir consumiendo, y en segundo lugar lo que se trata es de mitigar los efectos negativos y perjudiciales que conlleva el consumo como lo venía haciendo hasta ahora. Evidentemente, ahí hay un cambio de paradigma. Por lo cual, se ha llegado a asumir que no para todo el mundo sirven las mismas fórmulas.

O puedo hablar también de “Manu”, una persona sin hogar con quien tuve la oportunidad de disfrutar muchos momentos hace unos cuantos años, alguien con un corazón enorme que pudiendo disfrutar de un entorno que le llevaría a tener todas las necesidades básicas cubiertas le recuerdo diciéndome que su sitio era la calle. Lo decía porque ahí es donde él se sentía más él, sin negar la parte más dura de una realidad como la que debe ser vivir en esas condiciones.

Pues sí, ese es el punto al que llego, y la reflexión que comparto (me encantaría, por cierto, conocer cuál es la tuya). Además creo que se puede extender a tantos y tantos asuntos que nos rodean…

Por mucho que nos empeñemos, o nos quieran hacer creer, nunca existe una sola explicación, una sola solución, una sola visión, para nada.

La realidad es poliédrica, y muchas veces incuestionable, irrebatible, irrefutable…

 

Juanma Pacheco